miércoles, marzo 29, 2006

Sin llegar a ningún lado

Las luces de la calle me cegaban. Jamás había consumido tanta cocaína. El espejo del carro estaba empañado y mis ojos llenos de sangre.
Una bala habitaba dentro de mí, caminaba como una serpiente por mi cuerpo y sentía un dolor intenso que emanaba desde mi centro.
La luz de una sirena me llenó los ojos, pero no podía hacer nada. Alguien me había disparado desde el asiento trasero del automóvil que conducía y una mezcla de sangre y coca me brotaba del la nariz y los labios.
Sentí poco a poco como me vaciaba, como me estaba muriendo lentamente sin llegar a ningún lado.